„Cualquier ser humano, solo, es tan poco, que ni siquiera lo puedes llamar hombre. Los seres humanos juntos forman un solo hombre. Los hombres ni siquiera existen; hay uno solo, y ese somos todos nosotros. “
Lucían Blaga
Cuando la conocí sus ojos de dieciocho años derramaban tristeza, dolor.
Me llamo Nicoleta, soy de Rumania.
Su voz cansada era una dulce melodía en un Castellano chapurreado, pero entendible.
Le costaba mucho articular palabra, su juventud temblaba en su melosa voz.
Era esbelta, atractiva. Su pelo espeso, largo, oscuro adornaba su quebrantada inocencia; era una niña vestida de senilidad.
Tenía catorce años recién cumplidos… Soy del pueblo campesino de Rimetea.Mis padres se dedican a la agricultura, mi casa es pequeña, pero sus ventanas se divisan las ruinas de la fortaleza Costesti.De pequeña soñaba con ser médico, ya que en mi humilde pueblo no había ninguna. Y a mí me encantaba curar a mi madre cuando traía los brazos arañados del campo .Tengo tres hermanas menores que yo y dos hermanos mayores. En ese tiempo andaba enamorada de un chico húngaro, ya que en Transilvania se da la siembra de la remolacha, frutas y cereales. En tiempos de la guerra de Hungría ,muchas personas se vieron obligados a abandonar sus casas y cruzar la frontera, así me lo contó mi padre…mi padre que en las noches de los fríos inviernos, antes de irnos a dormir, nos contaba historias al calor de la chimenea .Mi padre, cuánto tiempo sin saber de él…
-Una gran lágrima cayó de sus ojos negros como la tectita –
Dormíamos las cuatro en una pequeña habitación, yo con mi hermana de doce años, Dochia. En la otra cama dormían mis hermanas gemelas de ocho añitos: Ileana y Mircea, son tan guapas…
-Se quedo ,de pronto, con la mirada perdida en el vacio-
En una habitación más pequeñas duermen mis hermanos Alin y Sorin de 16 y 18 años respectivamente. Mi hermano Sorin toca el violín y su sonrisa es de sol cuando lo toca esas dulces melodías.
Mis padres dormían en otra habitación independiente del resto de nuestra humilde casa.
Era en verano, aquella tarde, había dado un paseo con Timeo, mi novio, por las ruinas, el me regalo margaritas y me acompaño a mi casa, me dejo un beso en los labios que jamás olvido…
Mi mamá, removía la sopa de repollo que hervía en el caldero(ella hace la Supa de varza más rica del mundo) y un olor a hogar se respiraba en mi tibia casa.
Mi papá entraba y yo con mis hermanas poníamos la mesa para cuando llegaran mis hermanos de dar de comer a unas ovejas que tiene mi papá .
En la cena, primero se da gracias a Dios y comenzamos a comer contándonos unos a otros como y lo que nos había acontecido en el día. como echo de menos a mi familia…
-dijo, volviendo a la aflicción-
Después de cenar, aquella noche, como cada noche, mi papá nos hablo de Lucian Blaga, un poeta, filosofo y dramaturgo Rumano, al cual mi padre, hombre culto y gran lector, admiraba.Recuerdo y quiero recordar siempre una frase que mi papá dijo de él: „El recuerdo es un invernadero de las alegrías pasadas. “
Después nos recito algunos poemas que memorizaba. Yo, soñadora, recuerdo, en especial este:
EL DIOS ESPERA
En los rastrojos juegan
ratones y terneros,
y las parras
Sostienen en las palmas
ranitas verdes.
Con un diente de león
entre los labios
espero
su llegada.
No deseo sino
pasar mis limpios
dedos abiertos
por su cabello,
por su cabello
y luego de las nubes
recoger
como de una madeja
los rayos, así como en otoño
se recogen del aire
telarañas.
-A Nicoleta, le cambio el rostro y un tirítelo en sus mandíbulas le contuvo cuando con voz calmada esta vez recitaba, de nuevo, las lágrimas-Me acongoje imaginando su relato y tuve que tragar saliva para, también contener las mías.
Continúo diciendo: sobre las 21h todos nos íbamos a dormir. Aquella noche me dormí pensando en Lucian Blaga y su poesía.Recitaba una y otra vez su poema hasta quedarme dormida.
Unos golpes en la puerta despertaron a mis hermanas pequeñas y a mí. De pronto el recio ruido de una patada en la puerta asusto a mis hermanas que rompieron a llorar temblando. Las intente calmar, pero se consternaron más cuando los gritos de mis papas rompieron la armonía de mi hogar. Las cuatros abrazadas nos quedamos en mi cama, cuando escuchamos goles y a mamá llorar. Dos hombres armados entraron en nuestra habitación, se vinieron a mí, yo forcejeaba resistiéndome a ser obligada a punta de pistola de mi casa. Volví la cara y vi a mi mamá de rodillas suplicando compasión a otros dos hombres (todos con los rostros cubiertos con pasamontañas) mi papá y mis dos hermanos yacían en el suelo heridos y chorreando sangre. Eso es lo último que recuerdo de mi familia por última vez.
Amarraron mis manos, me golpearon en el estomago para que dejara de gritar y me amordazaron con un pañuelo, obligándome ,a base de golpes, a entrar en un furgón negro con los cristales osuros.Llore,reze,suplique,mi conciencia no entendía que estaba pasando y un pánico retador me ocupaba el pecho. Gritaba y lloraba, mientras el furgón frenaba, corría a gran velocidad, me sacudía de un extremo a otro cuando cogía bruscamente algún bache o curva.
Jamás antes había pasado tanto miedo.
-Nicole echo a llorar desesperadamente-la abraze, le suzurre, tranquila, tranquila.
Una vez calmada, se le apreciaba que quería seguir contando y así lo hizo.
No sé cuánto tiempo estuve dormida en aquel furgón, cansada, agotada, resignada a no saber que…
Cuando desperté ya había luz en el cielo, aunque se veía gris a través de aquellos cristales oscuros.
Volví a recordar la cara de mi madre, llore, esta vez en silencio, como si asi, aquellos hombres fueran a tener compasión de mi.
No sabía dónde iba, ni a que, ni por qué, no podía imaginar nada porque no entendía lo que me estaba pasando.
Un fuerte frenazo paro el furgón y dos de los hombres me invitaron a bajar apuntándome con sus pistolas. Me llevaron a una casa grande, gastada, rancia pintada de rojo. Sus ventabas arqueadas eran pequeñas y tenían rejas. Al abrir la puerta, el hombre más alto, un gran salón vacio, y escaleras a los lados. Me hicieron subir unas escaleras, caminar por un pasillo lleno de puertas cerradas donde se escuchaban gritos, lamentos, llantos de mujeres. Me asuste aun más. Abrieron una de las puertas y pude ver una habitación vacía y una manta arrugada en el suelo. Una pequeña ventana a una altura inalcanzable iluminaba aquel cuarto rojo y frio. Me desataron las manos, me quitaron el gran pañuelo de la boca y de un portazo cerraron la puerta, fechándola con llaves.
Me debatí con la puerta mientras gritaba con todas mis ganas ¡Sacadme de aquí!
Suplique, llore, mientras escuchaba otros llantos y gritos lejanos.
Un gélido temblor se calaba en mi corazón. Me senté en un rincón de aquella horrible habitación, me tape con las mantas y volví a recordar a mi madre, la noche antes removiendo la Supa de Varza y repitiéndome a mí misma, una y otra vez: „ El recuerdo es un invernadero de las alegrías pasadas. “Y escuchando en mi memoria la voz tranquilizadora de mi padre…
-Nicole guardo silencio y se quedo pensativa con las manos apretadas y los codos sobre sus rodillas, parecía querer coger impulso, como si fuera a tirarse a una piscina donde nadar fuera una posible salvación, para el dolor que transmitía su silencio.-
Volvió a se, esta vez erguida, segura y siguió contando esta historia que quedará de por vida grabada en mi mente junto a mil dudas.
Anochecio, lo se porque por la pequeña ventana no aparecía luz. Todo parecía algo más tranquilo, excepto un llanto continuo y distante salía por debajo de aquella puerta de hierro oxidado.
De pronto se oyeron pasos por el pasillo, risas y hombres hablando en otro idioma, no supe distinguir cual era porque el pánico volvió a inmivilizarme.Unas llaves sonaron y yo casi no podía respirar. Abrieron bruscamente la puerta y tres hombres frente a mi hablaban entre ellos mientras me miraban y reían.
Uno de ellos, con la piel arrugada, el pelo blanco y ojos de asesino, se acerco a mí y me cogió de la mano obligándome a girar alrededor del. Despues,los otros dos asentaron con la cabeza y me sacaron de aquella habitación, caminamos por el largo pasillo, bajamos las escaleras ,atravesamos el solón para subir por las otras escaleras a una primera planta que daba a otro salón con ventanas más grandes ,esta vez amueblado con un roto sofá azul, una cama con un colchón manchado de sangre seca, una mesa con algunos platos sucias ,con resto de comida, vasos con restos de bebida que desprendían un olor a alcohol,botellas,tenedores, y un armario sin puertas con algunas ropas de mujer. Conversaban entre ellos, hasta que el hombre de pelo blanco me cogió por el cabello y me puso su lasciva boca sobre la mía mientras con su dura y mal oliente lengua me forzaba a abrir os labios, los otros dos me aguantaban los brazos. Lloraba desesperadamente, me hacían daño en los antebrazos, me daba asco esa boca buscando la mia.Me arrancaron las ropas, me manosearon mi cuerpo frio y desnudo, mientras yo luchaba por escapar de aquella situación.
Me tiraron en la cama mientras se desnudaban los tres, el de pelo cano se subió encima mia, me abrió las piernas mientras yo me afanaba por escapar, me penetro desapaciblemente, y un dolor fuerte y desconocido me embargo mis esperanzas…
Los otros dos me cogían las manos para que les tocara sus erectos miembros, yo me soltaba y hasta me hacían daño en las muñecas, mientras el monstruo que tenia encima seguía penetrando ,jadeando y mordiendo mi boca .No podía pensar, sólo luchar, con una débil fuerza hasta sollozar clamando piedad. El engendro que tenía encima paro a los quince minutos y note chorrearme liquido por la entrepierna al retirarse. Algo les dijo riéndose a los otros dos y se retiraron a vestirse mientras me incorporaba a duras penas, helada y tapándome con las manos mis pecho y mi pubis. Me miraban, hablaban y se reian.levante mi mano de mi pubis y la encontré empapada en sangre, uno de ellos se dio cuenta y me cogió la mano refregándomela por mi rostro. Estaba rota, pensé que me matarían, me deje morir desde aquel mismo momento sentada en aquella mugrienta cama.
-Nicoleta se llevo la mano izquierda a su cara y comenzó a resfregarsela.Yo estaba espantada de escuchar esa confesión tan dolorosa y una sensación de impotencia me creo una pequeña cris de ansiedad-ella me miraba con un gesto de impaciencia. Quería seguir hablando y yo no podía escuchar mas ese testimonio, su historia me estaba afectando y percibía en mi diferentes emociones como enfado,impotencia,odio,no hacia ella ,si no a esa barbarie a la que fue sometida por esos tres ogros. Pero ella siguió hablando.-
De una cochambrosa nevera ,uno de ellos saco un plato con un trozo de queso casi mohoso, una manzana y una botella de agua .Todo eso lo puso en la cama donde yo estaba inmóvil y me señalo con las manos diciendo a manllare.Entendi,pero no podía comer, no quería comer, no me atrevía a comer, pero el repetía las mismas palabras .
El mismo que repetía a manllare tomo el queso del plaro, con sus propias manos lo partió y me lo puso en la boca, yo apretaba los labios, los dientes. Y el cogió un cuchillo de aquella mesa lo metió entre mis labios haciendo palanca hasta tener que abrir la boca y tragar el queso sin poder escupir porque me cerraba la boca con sus dos manos para que tragara. Lo que me dijo, sonó a amenaza por los gestos, entonces pensé que si no comía me mataria.Y con el pulso tembloroso cogí la manzana y la comí mezclada con mis lagrimas.
Del armario cogieron un vestido y un abrigo y me señalaron para que me lo pusiera. Yo creí que me dejarían en libertad al ofrecerme la ropa, pero una vez vestida con esos harapos me volvieron a amarrar las manos y a mordazar, bajamos las escaleras. El del pelo blanco abrió la puerta del salón y me sacaron de aquella horrible casa hasta conducirme al furgón negro.
El auto era conducido a gran velocidad por el más joven, mientras sonaba en la radio, una canción en un idioma desconocido .en las curvas me golpeaba con los cristales de la parte trasera del coche. Hacia un frio que calaba las ropas, mi piel sucia y mis huesos doloridos, más mi corazón ya era hielo.
No recuerdo cuántas horas llevaba en el coche, cuando un frenazo seco me golpeo la cabeza contra la chapa de aquel siniestro y oscuro asiento. bajo el “hombre de la cicatriz en el ojo” El joven se quedo junto al volante ,de pronto volteo la cabeza y me grito repetidas veces en su idioma.-No sabía que me quería decir pero a pesar de la pregunta en mis ojos, el seguía repitiendo las mismas palabras con los ojos desencajados, mientras golpeaba el volante del coche .De pronto se abrió la puerta de la parte de atrás y a empujones, entro una chica rubia ,con los ojos como el cielo, amordazada y atada igual que yo. A diferencia de mi, ella no lloraba, ni se resistía.vestia un abrigo negro y unos altos zapatos de tacón de charol negro.
El hombre de la cicatriz entro en el asiento de delante y el joven acelero tan fuertemente que las dos chocamos con nuestras cabezas. Yo la miraba y una sonrisa sarcástica nacía de sus ojos. Durante aquel trayecto tan inmensamente largo, mi estomago comenzaba a rugir de hambre. Amaneció –lo sé porque en el cristal de delante no era negro. La chica rubia dormía sobre mi hombro. No sabía dónde estaba, que pasaba, ni lo que me esparaba.Me sentía aterrorizada.
Pasábamos por una carretera lisa, a los lados todos eran montañas nevadas, cuando de pronto entramos en un camino lleno de baches, con muchos árboles que no identificaba por la velocidad, y de pronto otro frenazo. Algo hablaron entre ellos. Esta vez, bajo el joven conductor .Todo era silencio, hasta que un fuerte grito de mujer, rompió aquella incognita.El joven traía a otra chica amordazada y maniatada al asiento de atrás. Desde fuera llegaba el llanto desesperado de una mujer que me recordaba a mi madre y el sollozar intermitente de un bebe.
El joven entro en su asiento de conductor y volvió a gritarnos en aquel idioma tan desconocido, esta vez saco una navaja y tomo por el cuello a la chica nueva que lloraba y gritaba como un animal herido, y pegándole golpes en el estomago la hizo callar.despues arranco y tomo el camino de vuelta hacia la liza carretera.Anneta me miraba (mas tarde supe su nombre) suplicándome ayuda, yo miraba a la chica del abrigo negro que seguía sonriéndonos con los ojos, como si nada pasará.
El coche volvió a parar al cabo de un largo recorrido, el hombre cicatriz se bajo primero, miro a su alrededor y abrió la puerta de atrás, sacandonas a una a una con leves empujones.nos alineo y nos indico con la mano que lo siguiera, sólo se veían arboles muy altos a nuestro alrededor y una pequeña caseta de madera, a la cual nos obligo a entrar. Una nevera, un bater, una mesa, una cama era todo lo que había entre aquellas cuatro paredes.los dos hombres se dispusieron a orinar, uno tras otro, en aquel váter sucio, mugriento y mal oliente. El joven nos desato y nos llevo a cada una de nosotras al orinal aquel, mientras el cicatriz tomaba una bolsa de la nevera y nos miraba sonriendo.
Me temía otra violación, pero enseguida nos volvieron a meter en el coche, esta vez con las manos desatadas, pero marcadas.nos quitaron las mordazas y nos tiraron encima unas pequeñas bolsas en el regazo. Repetía ¡Manllare, manllare,manllare ¡llevándose los dedos cerrados a los labios. El joven volvió a su asiento y con otra bolsa en sus manos, saco un sandwiche, una pequeña botella de agua y una manzana. Abrió la botella de agua y de un gran bocado se metió el sandwiche en la boca, mientras nos miraba gritando. ¡
¡manllare,manllare,manllare¡ el otro nos apuntaba con un arma. Yo abrí la bolsa primera, las otras hicieron lo mismo y temblorosa me dispuse a comer y a beber todo lo que traia.Antes de terminarse Anneta el sanwiche, el joven bajo del coche con lazos y cinta adhesiva ancha, para volvernos a maniatar y amordazar, mientras el otro seguía apuntándonos. Volvimos al coche y siguió conduciendo hasta que desperté en una autopista donde un letrero indicaba Milano.
Los hombres cantaban contentos y se miraban haciendo gestos de dinero con sus manos.Ahi, me volvió la esperanza y por momentos, pensé en mi familia con alegría.
Desde el cartel hasta aquel edificio de piedras grande e iluminado paso menos tiempo que del cartel atrás. Sus puertas eran blancas al igual que sus ventanales cerrados. Un gran aparcamiento, con lujosos coches, se entreveía por el cristal delantero de aquella furboneta, que tomaba una curva hasta llegar a una cancela que se abrió automáticamente. Unos cien metros más adelante, paró la furgoneta .Había un pequeño jardín con fuentes. AL otro lado, una puerta de garaje negra por donde entro el coche. Llegamos a un pequeño patio donde esperaba una alta mujer, de mediana edad, rubia, acicalada y muy perfumada.nos bajaron del coche, nos quitaron las mordazas, nos desataron .Anneta comenzó a llorar, pero aquella mujer le señalo con el dedo silencio y le dio una gran bofetada. Nos indico que la siguiéramos por un gris y largo pasillo hasta una puerta blanca de hierro que a la derecha daba a otro pasillo y a la izquierda a unas escaleras de granito con una pasa manos dorado, reluciente.
Después de entrar todas, ella cerró la puerta con llaves y otra puerta nos condujo a un lugar grande y rectangular con muchas camas de ochenta centímetros(lo supe después),un gran armario con puertas corredizas, que recorría uno de los lados más pequeños del rectángulo y una puerta en el medio que daba a un baño con seis duchas y grandes espejos con lavabos y encimera contiguas.
Ella grito entre algunas mujeres que andaban por allí:
Romania, Russia, Polonia.
Salieron tres chicas con vestimentas muy atrevidas-eso pensé-
Ella les hablo en italiano y cada una de ellas vino a nosotras y comenzaros a hablarnos en nuestros idiomas. La mujer que me hablo a mí, aparentaba ser veinte años mayor que yo, sería por su pintura, porque más tarde me dijo su edad, y no pude creérmelo.
Me dijo:
Ella, quiere que te diga, que aquí estas para trabajar, para trabajar (repitió) que a cambio tendrás comida, cama, ducha, vida y la vida de tu familia. Harás lo que te digan o morirá alguien de tu familia o simplemente tú.
Ahora tendrás que ducharte, depilarte, maquillarte y vestirte.Estaras trabajando por turnos, y comerás en los descansos o con el cliente, si él lo desea.
Me atreví a preguntarle qué tipo de trabajo realizaría y me dijo lánguidamente: follar y lo que el cliente te pida.
En aquel momento, no me hubiera importado morir cuando escuchaba los lamentos de Annette.No sabía que decía, pero lo podía imaginar…
No me quedaban fuerzas, el miedo me superaba todo Apis de esperanza y sólo podía pensar en mi padre asesinado, o mi madre, o mis hermanas, estaba confusa, pero tenía tanto miedo a morir.
Anneta se llevo más bofetadas de aquella mujer alta, y le indico el baño. Gimiendo se fue al baño, después le seguí yo, más tarde la chica de negro, que no hablaba y aparentaba calma.
Entre en la ducha, resfregandome con firmeza hasta enrojecer mi piel. Ella, la alta, me dio ropas, y Ruxandra me maquillo, diciéndome, aprende o serás golpeada.
Ella, nos señalo que esperáramos sentadas en las camas hasta ser llamadas.
Sumisas y amenazadas comenzó nuestra historia sin retorno. Historias que a nadie le importa. Historias en el olvido. Historias que no se reclaman. Historias de corta o larga vida.
Los clientes las podían pedir por países,razas,tetonas,culonas,altas,bajas,niñas,maduras,etc.
Éramos maniquís en escaparates, días con más suerte, otros con ninguna.
Aprendí, rápidamente, el italiano, y cuando podíamos hablábamos entre nosotras. Paso mucho tiempo hasta que pude dirigirme a la chica de negro. Le pregunte su nombre y ella sonreía, pero no contestaba. Una tarde, coincidimos esperando y al volverle a preguntar su nombre, llorando abrió su boca y vi que le faltaba su lengua.Ella, me señalo que se la habían cortado y entonces entendí esa gratitud en sus ojos.
En Milano, no estuve tal mal. Tenía clientes que me trataban con ternura, otros por lo contrario con brutalidad, algunos me regalaban pequeños detalles como barras de labios, otros se excitaban quemándome con un cigarrillo. No fue tan mal.
A los dos años, me llevaron a un pueblo de Paris, con otras normas. Podíamos hablar por teléfono con nuestras familias en vísperas de navidad, sin dar seña alguna de nada, diciéndoles que era feliz, que estaba estudiando y que salía con un chico francés. Teníamos vigilancia en las conversaciones.Tambien, dependiendo de la cantidad de clientes de ese dia, nos dejaban pasear, con vigilancia, por los jardines de aquel club.
Los clientes franceses parecían más excéntricos.
-¿sabes cuánto pagaban por ser defecados?
-500 e
Tomábamos laxantes para ellos.otros preferían hablar.Otros llorar. Otros ser esclavos. Había de todos los más bajos y natos instintos del animal en su estado más puro.
De Francia a Madrid, con sólo diecisiete años que a mí me parecían cuarenta. Vivía por hablar con ellos, por pasear por cualquier jardín, por recibir el aire fresco en mi rostro (aunque fuera siempre en las noches) vivía…
-¿vivía?
Nicoleta se quedo callada y perdida en algún punto de aquella sala. Después siguió con más ganas contando aquella escalofriante novela. Eso parecen estas historias, novelas de terror, novelas grises. Novelas inimaginables, como si esto nunca fuera a pasarnos a nosotros.
Madrid era un compendio de Milano y Paris. Nada nuevo, pero los hombres más viejos y viciosos están en Madrid.
De Madrid a Sevilla, en poco tiempo. Llevaba meses en Sevilla, en un cortijo en mitad del campo, con ventanales abiertos, luz, calor y clientes rudos, libidinosos, toscos, patanes en su mayoría cuando apareció Adolfo.
Adolfo, sólo, quería hablar, que lo besara y lo abrazara. Tiene cuarenta años, es calvo, delgado, no muy alto, pero valiente. El, me saco de allí. Me trajo a su casa, me ofreció su amor, aunque a veces, lo compartimos con otra mujer, me ofreció comida y un poco de libertad. A cambio le limpio su casa, le preparo comida, voy a hacerle compras cerquita de la casa y he llegado hasta aquí.
Hoy puedo contar esto, pero mi verdadero problema es que al no tener papeles en regla, me puede coger la policía y además me estarán buscando, cuando no me encuentren mataran a alguien de mi familia, a quien tampoco puedo llamar, por si me buscan en Rumania.
En el año mil novecientos noventa y nueve las leyes para extranjeros sin papeles eran muy duras. Repatriaban a los inmigrantes si no tenían trabajo o estaban casadas con españoles.
Nicoleta, no podía sufrir más, sólo, tenia dieciocho años.
Le escribí al defensor del pueblo Andaluz. Prometió ayudarla.
La espere, la busque, pregunté por ella para darle la buena noticia. Pero nunca, nunca la volví a ver.
„ El recuerdo es un invernadero de las alegrías pasadas.
Antonia Ceada Acevedo