Francisco M. Ortega

Desafíos

 

 

Elegimos el terreno de juego

una plazoleta o una calle desierta

fijamos las porterías invisibles

y acordamos las reglas del encuentro.

A pares o nones elegimos

las alineaciones para el desafío

de aquella Ilíada de barrio

en sábados enteros o domingos sin pausa.

Luego enfrascados en regates

y en faltas no pitadas,

goles en fuera de juego

y discusiones infinitas

sobre una zancadilla o una patada,

un balonazo mal dado

de excéntrica fuerza

y puntería extraviada,

la pelota en suspenso se quedaba

sobre el tejado colgada

dando el partido por terminado.

 

Ocurre tantas veces en la vida

que nuestras ilusiones quedan también colgadas

y mirando de lejos esperamos que vuelvan

para seguir jugando hasta que acabe

este partido improrrogable.