No es que uno no este inspirado,
pero uno termina... transpirado: sí.
La poesía me devuelve al ruido,
mi mente intranquila,
mi corazón decrepito.
Atrás han quedado litros y litros de:
aguaceros, cartas, besos, nadas, y nados.
Las palabras me vuelven:
piel ronca, invisible,
soy un hombre, una metafísica rota:
un nómada.
Mi camino es el ansía, existencia,
dulce y punzante, pero tangible.
Yo vivo a diario,
diario vivo en el viento,
viento al azar, una y otra vez.
Pero ausente de mí,
deseo que las letras me lleven,
vez tras vez,
y renacer en un nuevo lenguaje inmortal.