Y en esto el amor
que en volandas llega
a un excéntrico poema
y esta es la secuencia:
En el andén de una estación
una pareja se besa,
mientras el día escupe penas
y el poeta deja de escribir
mientras observa
en el cielo
una paloma mensajera,
que en su pico lleva
una hoja de coca
con que aliviar su falta de conciencia.
En mi interior esto se tararea,
entre prisas de un tren que me lleva,
por allí donde el paisaje se llena
de lo propio de la tierra,
campos yermos,
verdes huertas,
quemas de arrozales
tras la siega,
una casita de madera
junto a un estanque,
en el que nadan
a su manera,
las ansias de vida
del viejo que cuida aquella dehesa.
No irrumpen las melancolías,
los motivos, de existir, vuelan,
el trayecto del tren
es en línea recta,
no hay tiempo
para más sorpresas
que expresar lo que se contempla,
mientras la inteligencia juega
a tejer un abrigo de lana
con que arropar la belleza
de los campos de naranjos,
en este otoño
que los ha convertido
en espíritus anclados a la tierra.
Crecen la palmeras a su antojo,
esbeltas y bellas,
son las danzarinas de una opera
en que todo se maneja
con la voz del tenor
que resuena,
entre pitidos del tren
que a una estación llega.
Para el tren
y me entra congoja,
quiero saber,
es mi apuesta,
más allá que habrá
que valga la pena.
Si la vida es esto
ir de estación en estación
y de amores en tragedias,
creo que nada bueno encontraré
a partir de ese instante
en que la memoria se refresca
y me salpican las muertes
de una cercana guerra;
el odio entre quienes no alcanzan
una convivencia;
el desprecio de los poderosos
avivando la llama
que no cesa.
Este es el paisaje que veo,
ya la montaña
tosca y sin leña,
ya los bancales destruidos,
ya la mano del hombre
limpia de pobreza,
sacudiendo los cimientos de la tierra.
Asoma por la ventanilla del tren
una tormenta,
ya las aves huyen
de lo que les espera.
Huye hasta mi mirada
que se entrena
para ver la lluvia
y sacar de ella
algún poema.
Pongamos un nombre el que sea
y luzcamos las fuentes de la tierra
de palabras que solo sean
sinónimos de amor
y si alguien carraspea
inundemos su alma entera,
de imágenes donde se vean
bienaventuranzas todas buenas.