Pilar Luna

ROSADA

Aún no vuelan

las luciérnagas

y en la lejanía

se escucha

la voz del bardo.

Los árboles sin brotes

descansan impávidos.

Mientras contamos

las estrellas,

mosaicos fríos

que mecen el cielo,

llega el amanecer

acristalado

decorando la tierra

con el sol que pende

de un rayo de hielo.

Se inicia la fiesta.

Rosada del final

del invierno,

luz aturdida,

flores escondidas,

brillante el campo,

blanca la mirada

del corzo que huye,

blanco el roce de las manos

que acarician los corazones,

blanca la sal,

blanco el deleite.