Bajo aquel verdusco almendro
donde un día la encontré
declaré mis sentimientos
una y otra y otra vez.
Y a pesar de darle un beso
y sentirla con mi piel
se marchó por el sendero,
que empezaba a florecer.
Con el tiempo ella volvió
y el almendro y su verdor
con aquella hermosa sombra
una flor, no volvió a dar.
¡Se acabó toda su fronda
y el amor primaveral!