El Tiempo, ese forastero
El tiempo es un forastero,
levita en la oquedad del cosmos
como un fantasma etéreo
que se expande en un ignoto limbo.
Mientras el hombre
es un peregrino
que viaja en un corcel
de riendas gobernadas,
dejando purpúrea estela
adornada de memorias
que dormitan en las pirámides
calcáreas de la historia.
El efímero hoy es móvil,
es solo una brizna de la eternidad,
creando el futuro en cada alba,
emitiendo destellos de esperanza,
resplandores que marcan
un camino sinuoso
de incontrolables recodos.
La ilusión del hombre
es el oasis donde nace la aurora,
es el alfa de una historia solitaria,
una marcha que de manera inexorable
se dirige hacia un final
donde se marchitan las cenizas lunas,
mientras el universo sigue colgando
armonioso e impávido.
Es el tiempo un ente etéreo
por manos ignotas graduado
de conducta misteriosa
con su péndulo sesgado.