Oronda como un pan de hogaza tierna:
miga en el interior, costra por fuera,
curtida en la adversidad y casi ciega,
fulgía como un sol mi bisabuela.
Sentada en el hogar, en duermevela,
pendiente del hollín y la cazuela,
urdía con pasión de centinela
oliendo a tomillo y hierbabuena.
El humo de la lumbre maldecido,
preñado con la muerte pordiosera,
un mal día, que nunca sucediera,
la mató una mañana de domingo.
Oronda como un pan de hogaza seca
la tierra la tomó por compañera.