Me consume la tristeza
de pensar que volarás
hacia la morada eterna
como nubes que se van.
Y mis lágrimas en penas
de mis ojos caen ya
como gotas en las cuencas
que se funden con el mar.
No concibo tu partida,
no lo acepta el corazón;
no concibo, Madre mía,
este llanto que brotó;
ni que inunde mis pupilas
y me quede este dolor.