Me han contado que Dios ha pedido la baja
por depresión y esporádicos ataques
de ansiedad, inmunes a la valeriana,
al psicoanálisis y a las sobredosis de diazepam.
Otro dios 24 horas le ha sustituido.
El cabrón es bueno
pero cobra más que un antenista
en Nochevieja.
Se justifica diciendo que la omnipresencia
es muy dura,
que desde la mona Lucy la humanidad
ha crecido como una plaga bíblica
de langostas atiborradas de viagra.
Y que además no somos el único planeta habitable
del universo,
que hasta la divinidad tiene sus límites,
y que el causante de este desaguisado
fue la inexperiencia, pues la Creación
a destajo lógicamente produce
indeseables efectos secundarios.
Esta noche le he comentado
que la culpa no es toda nuestra,
que va a terminar por conseguir
que nadie crea en él,
pues un buen profesional ha de ser responsable
y ejercer con el debido código ético.
Al final casi salimos a ostias (de las sin consagrar)
Me dice que no me queje,
que él inventó el sexo, la muerte liberadora
y la materia prima para la cerveza,
y que entonces no le pida favores
cuando la vida ahogue.
Yo le contesto que indemnice
por los daños y perjuicios causados,
que Satán ya me ha hecho alguna oferta que otra.
Su última palabra ha sido
que por desvergonzado y rebelde
me condena a ser un infeliz
y un jodido amargado,
también que en lo que me resta de existencia
no voy a ser capaz de escribir
un solo poema bellamente lírico
(de esos que tantos likes suman
entre los colegas de foro)
y que como siga en mis trece
me va a asignar de nuevo ángel de la guarda
al puto borracho de Bukowski.