jvnavarro
Y ME QUEDE SIN PILAS
Esta noche me he hecho el propósito
de subir por la senda de siempre
hasta allí donde me alcance el aliento,
y para ello
me he calzado las botas
de hacer senderismo,
me he puesto,
por si acaso,
el chubasquero,
y con una haz de luz en la cabeza
de esas que usan los bomberos,
me he lanzado camino de la montaña
para llegar hasta donde
a estas horas duermen los mochuelos.
El paisaje es distinto
a estas horas
de repliques de campanas
entre absolutos silencios.
Todo se ve de color negro
y allí donde de día se suele contemplar
un castillo con sus torreones
encima de un cerro,
ahora se ven unos paredones,
con unos agujeros,
que hacen de ventanales abiertos
a los vientos.
Sigo ascendiendo,
se oye el cantar de las aves
que recorren el firmamento
con el radar puesto.
De esta forma se orientan
a no ser que pillen por delante
un molino de viento
de esos eléctricos
y confundiendo las aspas
con los brazos de su romeo,
se lancen tras de un beso
y se encuentren con una castaña
de esas de no te cuento.
Amo los espacios libres,
gozo con los ruidos
que salen desde los peñascales,
allí donde las libres y conejos
construyen sus madrigueras
al abrigo de los vientos
y de las lluvias
de los meses del invierno.
De vez en cuando con sigilo pleno,
sale algún animal al encuentro,
ellos mismos se marchan
volando o corriendo,
para no dar al senderista miedo.
Y con el valor propio
de un guerrero
sigo caminando
y me adentro
en una espesa pinada,
canta un cuco,
unas ardillas se mueven
de rama en rama,
de pino en pino,
de amor aquí y allá celos.
Y con estos ingredientes
y ya la pila de mi linterna
a punto de quedarse
de batería a cero,
me doy la vuelta y regreso
por el mismo camino,
con los mismos deseos,
soñando que mañana es jueves
y tengo que enviar
a “Poemas del alma” unos versos.
Y aquí me detengo,
veo en la senda un coche,
con los faros encendidos
y alguien dentro,
que al verme desde lejos
con una luz en la cabeza
y en dirección hacia ellos,
pone en marcha el motor del coche
y a velocidad de crucero
abandona el lugar
sin mediar palabra alguna con ellos.
De verdad que lo siento,
si lo llego a saber
hubiera cambiado de rumbo,
pues habré roto sin saberlo
ni quererlo
un par de corazones por medio.
Llegó a casa y me encuentro
con que ya estoy a punto
de volver al comienzo
de un nuevo día
en que todo está por hacer,
en estos precisos momentos
en que suena el timbre
y por la mirilla veo
a un repartidor de semblante serio.
Recojo el paquete
que encima de la mesa dejo.
Se han equivocado de puerta
es para el vecino del tercero.
Enseguida,
para cuando esté,
se lo llevo.