Olerte.
Hundir mi nariz
en tus profundidades.
Aspirar tu esencia,
recordarnos,
olerte sin reparos,
como si fueras mío,
otra vez.
Ya no charlar
(que también),
ya no hacer el amor
(aunque lo estuviera deseando).
No, todo eso me sobra.
Solo quiero olerte.
Olerte como animales,
como necesidad primaria,
como un drogadicto esnifando cocaína.
Así, meter tu olor en mi.
El de tu pelo, el de tu boca, el de tu cuello...
y distinguirlos
y cerrar los ojos y aspirar
fuerte,
como si se acabara,
como si me lo prohibieran.
Porque mañana quizás no pueda,
porque mañana quizás te vas,
quizás te arrepientas
y volvamos a esta soledad
de no olernos.