Un enano, lingüista con su dedo pulgar
tapó de su vista a las estrellas,
al sol y a otros cuerpos siderales
y decía: ¡Cuan grande soy,
pues con un dedo puedo ocultar
a los astros del cielo.
Conversando con otro enano igual que el,
Contemplaba su existencia,
se creía, pues, semejantes a Dios.
¡Vaya vana insistencia dijo un ángel sonriente,
y a lo lejos, complaciente,
los miraba a los dos.
La obscuridad,
con su grandeza inmensurable,
dejaba a las estrellas brillar con lucidez...
El Astro rey, con su presencia, destruyó
la magnificencia de esa inmensidad.
Y mirando a la luna, y a la tierra...
se sintió poderoso...
Y nombró a su cuna milenario trono.
Un astro enano, muy lejano
perdido entre lo etéreo.
miró al monarca astral
como quien mira a lejos una chispa,
o a un gusano.
*