jvnavarro
EL TREN DE NUESTRA VIDA
Me pregunto cómo será
el día de mañana,
ahora que me queda una parada
para bajarme del tren
y el pase/tarjeta recargable
se ha agotado
de forma definitiva.
No se el modo
a través del cual alimentaré
mi alma de ideas,
si ya el vivir del tren
será en mis recuerdos
como trozos de astillas,
inseparables de mi pasado,
formando ellas
parte de esa vida subterránea
que le sirve a uno
para ir rellenando
de hechos cuantificables
su propia tumba.
Sin fe
no hay vida,
me digo,
sin mas empacho de preguntas
ni teoría.
Y es que resulta
que la fe
es nuestra camisa,
nos protege
y puede servir de ayuda.
Transita el tren por la vía
y en este vagón el mío
todos van
con el móvil en la mano,
mirando y remirando
esas pantallas que se iluminan
con una claridad absoluta.
Esta es la fe
de las nuevas generaciones
y de muchos de la mía,
ya adorando a un nuevo Dios
que a través de los móviles
nos procura falsos milagros
y nos premia con calderilla,
para que sigamos jugando
en esa falsa fiesta única,
la del ser humano
en una nueva aventura.
Pequeños esbozos de sonrisas
se trazan
en mitad de tanta vital angustia,
mientras los vaivenes
hacen que escriba
con incorrecciones ortográficas
y con una grafía,
ya en negrita,
ya en cursiva
ya ¡UH ... Uh!
que peligro cuando el tren gira.
Borro lo que no me gusta
y sigo,
me da pereza
el pelear con la escritura.
Por aquí chirria el metal,
sometido a fricciones
que deslumbran a la vista.
Las ruedas del tren giran
y los railes se dejan querer
entre acoples repetidos y risas.
No vale la pena ahondar más,
he llegado a la conclusión
de que ella,
la vida,
no tiene la culpa
de que llevemos incorporada
una fecha de caducidad
medida y ajustada
a nuestras costillas.
La culpa es de la ciencia
oí decir el otro día
con una expresión muy precisa:
\"Tanto ir a la luna,
y se han olvidado
los economistas
de que la Tierra
es el mejor lugar
para sembrar fértiles semillas\"
Sin duda
que es el amor
esa semilla,
que si bien germina,
bien resplandece y alumbra.
Para el tren y esto se acaba,
me puse este tiempo
entre estaciones
para finalizar el poema,
para dejarlo de buen ver,
aseado en la escritura,
antes de pasar a la antesala
de lo que será
su puesta en largo definitiva.
Un respiro me aúpa
hasta allí donde sin necesidad
de cambiar de tema
podemos ahondar
en estas cosas sencillas,
que solo procuran
quienes dedican tiempo
a ser laboriosas hormigas.