Ahora que no estás,
camino taciturno por las noches,
buscando los motivos de tu ausencia.
La luna, que proyecta en las paredes
mi lánguida figura en larga sombra,
me ignora, predispuesta y fastidiada.
Camino hasta que el cuerpo, ya rendido,
obligue a mis pisadas a volver.
Y trato de dormir...
y doy cientos de vueltas sin lograrlo.
Me cansa… y a la vez, no me preocupa.
Acaso el mismo insomnio
(cual peste de Macondo) desvanezca,
de a poco, tus recuerdos;
con ellos, la tristeza que me habita.
Tristeza... que he intentado incluso ahogar
hundiendo mi cabeza en el estanque.
Y lucha… patalea fuerte y duro.
Consigue, una vez más, mi rendición.
Ya libre, se sacude...
el agua se me escurre hasta los pies.
De nuevo... viene a mi, con lentitud...
Tocándome en el hombro,
se sienta a mi costado y me sonríe.