La palabra como el pan
compartido entre comensales.
Pan nuestro de cada día.
Espolvorea su blanca harina,
amasa la fiesta… moldea el convite.
Su sabor arrancado de lo múltiple
recorre toda concavidad, y galería.
Muere en cierta forma al salir del horno
-quizás de frío o de nostalgia-.
Salta el puente suicida de la lengua,
en los albores pierde la circunferencia.
Su perfume a tostada la aventura.
Mantiene el sabor a bienvenida.
Siempre en el aire. Siempre.
©JoséLuisGalarza (2023)