Vivo y lo hago
porque siento algo.
Me repizco
y exclamo;
me tiento
y noto
el calor humano;
me miro
y me veo amparado;
ando y nado;
vuelo con las ideas
y a veces naufrago;
me colapso;
me endulzó y me agrio;
me pongo triste;
me río
por si acaso;
duermo y como;
quiero;
me harto
de lo que me gusta;
me siento halagado
de ser Homo Sapiens,
y no un perro
ni un gato
ni una víbora
ni un zángano.
Intento por si acaso
pasar del pasado,
vivir el presente
entre grandes sorbos,
no me quiero llevar nada
a las moradas
donde habita Anubis
en barcas navegando,
entre traslados
y paraísos desangelados.
Cada cosa que digo
lo hago
a sabiendas
de que es cierto
que muchas de ellas
son
grandes brochazos.
Por aquí estamos
tan tiernos
y deshojados
que el otoño
nos ha convertido
en un saldo
de sándalo.
Por aquí estamos
dando vueltas
en órbitas elípticas;
mareado;
repartiendo flores en ramos.
Me repito
demasiado;
me alegro
de espanto;
me río
de mis sarcasmos;
me mofo
de la vida espiritual,
en mis relatos;
me propongo
que Babel sea algo,
parecido
a lo que llamamos,
una torre
con luces de reclamo,
para quienes
quieren un faro
y se encuentran
en mitad justo
de un gran naufragio.
Me olvidaba
ya el poema cerrado
de que odio las guerras
y no asumo los maltratos.