Francisco M. Ortega

Vencido

 

 

Cierras los ojos y la vuelves a ver

es la misma muchacha refulgente,

menudita y alegre, de torso de cristal,

con vestido de tarde

y besos de melaza y de té.

 

La que espera a que vuelvas

a buscar dentro de ella –como solías hacer–

por todos los rincones de su piel luminosa,

en cada escondite secreto de su cuerpo,

la muchacha temblorosa, entregada

a un largo rato de amor

y a un trémulo momento de placer.

 

Ahora exiliado de ese territorio

al que no puedes volver

te sientes igual que aquello

que la corriente arrastra

—tronco inerte hacia el mar—,

como a quien ya vencido

nadie puede salvar.