Puedo ser esa bestia en el momento en que quiera.
A veces ella me acompaña a todos lados;
no teme ni al frío ni al calor, pues en sus entrañas resulta que puede ser también infierno puro o cielo estrellado según la ocasión.
A veces calla ante las masas ignorantes de sabiduría; oye con ese mismo afán que le asigna su hambre cada noche, deseoso de conocimiento puro e imberbe, y ríe a carcajadas ante aquellos con aires de superioridad.
Así soy a veces.
Una bestia cuando me propongo serlo.
Y no temo a las miradas apabullantes de quienes quieren apocarme, porque sé que con mis acciones puedo hablar por sí solo; sé que con mis versos puedo enamorar hasta el hastío; sé que con mi risa puedo acallar esa desesperación que grita en mi alma.
Porque soy esa bestia cuando quiero serlo.
Y no me amilano frente a los problemas que agotan hasta el más valiente, porque sé que en mi propia sabiduría está la solución, pues busco sin parar aquello que tanto brota en mí en cada uno de mis versos.
Porque soy esa bestia cuando quiero serlo.
Y no me interesan los intereses de los demás, siempre y cuando afecten o no a mi vida o la de los míos. No me interesan en lo absoluto, porque sé que más allá de ellos puedo encontrar mi verdadero lugar en este mundo, mi verdera razón para vivir; sé que más allá de esas banalidades lo más valioso siempre serán las huellas que puedo dejar al partir de este mundo.
Puedo ser esa bestia si así lo quiero; si así me lo piden también.
Porque mis pensamientos van más allá de lo que puedo componer en un verso, pues en ellos yo puedo ser más verbo que palabras vacías, en ellos puedo ser más acción que simples latidos de un corazón que todos tal vez creerían muerto.
Porque así soy como bestia; como ángel y diablo a la vez, como un ser de luz y oscuridad, y sé que mi verdadero valor me acompañará más allá de esta vida, como bestia y persona por la eternidad.