Como se apaga una vela,
así se funde mi vida,
con parpadeo constante
bajo el candor de la brisa.
Miro la vela y me digo
que no hacen falta más prisas,
para llegar a buen puerto
y hasta el hogar y comida.
Se va apagando la vela
y quedan solo rendijas,
entre las brumas que nacen
en las durmientes pupilas.
Yace la frente serena
sin el sudor de la vida,
y los ojitos cerrados
sueñan con velas divinas.
Es enfrentarse a la muerte
en una lucha perdida,
como la vela sin cera
libra batalla vacía.
Suenan tambores lejanos
con una música prima,
y aquel adagio sin nombre
busca el ciprés de la esquina.
En él grabaron dos letras
y un corazón que latía,
unos poetas, que antaño,
enamorados vivían.
Y allí se apagó una vela
y se fundieron dos vidas,
bajo la llama y los versos
de un corazón que latía.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/11/23