Olivares, sabor amargo a gloria
Olivares andaluces
por los campos se remontan,
entre el polvo del camino
y veredas de la historia.
Centenarios de otros siglos
guardan bajo sus memorias
las heridas de una tierra
y un sabor amargo a gloria.
Olivares argentados,
repeinados pintan lomas;
engalanan bello el cuadro,
como el mar que agita olas.
y en el mar de los olivos
verde oliva son sus hojas,
su reverso cual ceniza
y en la rama una paloma,
blanca, cual si fuera luna
de la noche misteriosa,
cuando al término del día
con su luz nace la sombra,
del olivo en el silencio
con la inmensidad que emboba;
reviviendo en mí recuerdos
de la infancia que enamoran,
y me anegan de alegría
y, en el pecho como rosas,
van clavándoseme espinas
y una pena triste aflora
mientras, trenza suave el viento
el acorde de una copla,
que entonaba aquí el abuelo
con sabor amargo a gloria.
Rafael Huertes Lacalle