A mi esposa
Contigo, dulce bien, mi venturanza
es cielo limpio, como tu alma pura,
lago tranquilo, donde al fin descansa
el alma mía de tu amor segura.
Allí la nube del pesar, si avanza,
es humo apenas, que un momento dura,
o ave de paso que a rozar no alcanza
la onda dormida en perenal tersura.
Así cruzo feliz y descuidado
ese mar de la vida, en que tormenta
la calma para mí no ha presagiado.
Y si a mi torno el huracán revienta,
será una isla tu amor, donde salvado
reiré al rugir la tempestad violenta
Nataniel Aguirre González