En la cima de la memoria los ápices del tiempo callan,
el silencio es un pétalo en la esquina del mundo,
las neuronas danzan alegres de imaginarte.
Si algún día olvido tu faz tráeme la tenue lluvia,
para hallarte siempre y de nuevo, seré otra vez, aguacero sobre ti.
El presagio carece de futuro y su escenario se retuerce febril,
a veces no basta solo la buena voluntad
contra algunos muros, híspidos y siniestros, solo la luz, es verdad.
Cuando te hagan falta, busca los besos sobre el infinito,
aguardan a un costado de las caricias, justo donde inicia el amanecer.
Dos corazones ansían un momento sereno, con parsimonia de reposo,
un muerdo lento, cual aguas de Leteo.
Algunas ocasiones los deseos, olvidan el camino al Oráculo,
porque su quietud duerme los árboles,
aparece la arritmia, sístole y diástole discuten,
sin ira ni benevolencia, porque donde habitan repite un destino
uno nocturno, perfecto de palabras.
Las lenguas guardan el secreto sagrado
encerradas en su impertinencia.
Tú y yo sabemos bien dónde aparcar,
cierra los párpados y ven a mi encuentro,
nada más puede importar ahora,
mientras el corazón repase cada intento.
Te quiero, te quiero, te quiero...