Mis piernas y rodillas las entierro.
En la tierra, me hundo como el hierro.
En son de guerra, yo rezo por vivir.
Mi entierro tiene fecha, y yo no quiero morir.
Junto mis manos centrando energías
A favor de las casualidades del nuevo día.
Quiero alcanzarte, pero no es esa parte todavía.
Ya conozco esta rutina, y ya sé que es divina.
Y quizás saco una sonrisa antes de que la brisa,
Tan pasiva y tan sumisa, se aparezca con el sol.
Cuando se presenta y aterriza, se derrama y sin prisa.
Dejo caer la lágrima que necesitan, y somos Él y somos yo.
Arrodillado y, en la tierra, soterrado, en ti, me veo reflejado,
Y lloro en el hombro de la mansedumbre de tu voz.
Con tu cielo despejado, sangro todos mis pecados; arrepentido y apenado,
Tuyo es todo lo que soy y todo lo que seré, Dios.