Francisco M. Ortega

Adverbiales

 

¿Cómo pudo ser —se pregunta—

que el día se haya perdido

extinguidas sus veinticuatro límpidas horas

y los miles de segundos acumulados

en la destrucción inútil de la vida cronófoga,

en la marchita flor de la existencia

sin poder hacer nada

por detener este chorro de auroras

este surtidor de grafías,

esta erupción de empeños,

zozobrados en cráteres

de alegrías y desconciertos

en líquenes de ambición,

mientas el aire frío perfora los pulmones

y suena el ronco motor a decepción?

¿Cómo?