Besos que hablan al oído cercano
entre florales aromas de campo
acostados a la sombra de un chopo,
tentados por un deseo lozano.
Sentimos el ardor de nuestro tierno
abrazo, en este pálpito del tiempo
de dos ansias fungidas en un cuerpo,
dentro de un vórtice de amor eterno.
Placeres mutuos de un fuego vibrante
que evocan las caricias de los ángeles
en el sueño erótico de un instante.
Con el temblor final fundido en mieles,
más nos abrazamos y disfrutamos
del vértigo de goces terrenales.