Original Oriflama Infinita

Flores rojas en almíbar

\"Flores rojas en almíbar\". Un título descarado y honesto. Simplemente retorcido como el cuerpo de una anaconda o un verso suelto del pensamiento inquieto de un poeta loco o/y maldito.

 

Hace poco tiempo, una noche atras, no se (o sí) a cuento de qué ni acorde a cual cuasa, casualmente (creo) me acordé de una frase de un poema de Rimbaud. Era \"el cuerpo conduce al alma\", quizás...

 

Y ahora digo:

 

Flores rojas en el alba escarlata. Breves matices. Pero la sombra es transparente y larga como cuerpo de anaconda o verso del poeta...

 

Tuve la ocurrencia (rima consonante: providencia. No gran cosa. Sin embargo, válgame al caso) de escribir prosa, de sonar fuera, donde la lumbre rosa de la aurora, todavía tan distante, reverbera luz de alguna tormenta ruidosa, aunque mas silencio del que cabe en una sola conciencia rebote en el último muro cuando se fundan entre el humo las antorchas, las flores rojas en almíbar, la gracia que yena una risa esporádica que nunca quisiera ver velada.

 

Lo demás es secreto, ángel custodio, ojo de Horus, culto de máscaras, hueyas en la nieve, en la cumbre del cielo añil. El Sol debe sentirse como un niño, y como un hombre adulto, obrando a diario, ganándole otro paso al yugo (hay tantas normativas detayadas en papeles de ceniza, y paredes adyacentes que tampoco hacen frente al último muro, labios de los que nacen a veces punzantes yuvias, besos de anaconda, versos del poeta, el saber de los sonámbulos, la ignorancia indiferenciada que acabó con la torre de Babel y con todos los tiranos del mundo rindiendo cuentas ante un simplemente retorcido manojo de flores rojas en almíbar...).

 

No pensaba en las consecuncias indecisas. Caminaba en mi búsqueda personal de la verdad, cuestionando rumbos, casi quebrándome (de la risa) contra las encrucijadas. Y jugamos, las lagartijas y yo, y las hadas, y las musas, y sus palabras, las palabras encantadas y pulcras, siempre subliminales, eran aire de vida, mas frías que la muerte autoinducida por demasiada sobredosis de carcajada y genialidad dionisíaca: la catarsis, la magia de sentir en mí al niño, al hombre, y lo tercero el vacío, la soledad aqueya cuyo sentido varía según la describo (la verdad: probablemente mi mente mienta, sin querer. Soy un dilema...).

 

-Pinta bien (o no). Lo que no se es si el título me convence: es vergonzoso: me yeno de rubor, y luego el alborozo cae como tu albornoz...

 

Próximamente reanudaré el seguimiento de las coordenadas, así a mi asunto: extravío anacrónico, con las manos atareadas en la labor de cartografiar el panorama soñado para mostrarlo como un ramo ridículamente infinito.