fragor bélico, erguido y gallardo,
el soldado avanza, su causa como estandarte,
no por inquina, sino por amor que reparte,
lucha con ahínco,con su propósito resguardado.
el verdugo, distante, no puede palpar,
ajeno al padecer que el soldado ha de soportar.
Con ardor defiende lo que ama en esencia,
no busca la pugna por vil disidencia,
mas por el vínculo que en su ser se adentra,
por el amor profundo, su razón de existencia.
El verdugo, remoto, carente de conmiseración,
ignora el dolor, carece de repercusión
lejos de la aflicción, sin sufrir la sensación,
sin probar el tormento del héroe en su misión.
En el campo de batalla, reluce su acero,
no por rencor, ni por odio artero,
sino por el arraigo que en su alma reverbero,
luchando por lo amado, su ser verdadero.
Mientras el soldado brega, el verdugo exento,
sin fardo en sus hombros, sin carga en su aliento,
observa desde lejos, sin sentir el sufrimiento,
desconoce el sacrificio, la lucha y el tormento.
Así, el soldado firme, con paso seguro,
no pelea por odio, sino por lo puro,
lucha con bravura por su propio sustento,
por el amor detrás, su motivación y aliento.