Te busco en el cielo, en las estrellas
en la causa y en el efecto de mi locura
en el reflejo y en la sombra
te busco dentro de mi corazón.
Retirado donde nadie más vive
en lo profundo de mi escritura
allí te escribo, porque te busco
pero el encontrarte es como una plegaria
te puedo mencionar...
pero no sé si responderás.
Te busco en la música:
¡oh, poderosa música!
Dime donde se encuentra mi paz,
llevo años tratando de encontrarlo.
En un enjambre de versos
lleno de talismanes, mi corazón brava
allí donde la noche se esconde
donde todo acaba...
Con un cristal débil en tu rostro.
Con frágil voz
con ojos escuálidos
el otoño,
prólogo de mariposas
camina por la senda
envuelta de cenizas;
camino por las tardes
con tu sangre que envuelve la vida
con la brisa de tu aliento
con la sal que escocerá
mis heridas
dejará un rastro en la espuma
una cicatriz de mar
parecido a tu sonrisa.
El llanto con llanto se paga
con la espada en la mano
y el escudo entre las piernas
abriendo tus senos hacia mí
dejando tu sombra sobre mí.
En mis melancólicas agonías:
¡Ay de mi alma!
¡Ay de mi cuerpo!
Que perece ante el diluvio
sufriendo por vanidad
embelsado por tu imagen
angelical y dulce
desaparece como la bruma.
Porque te miro más no me miras
te susurro más no escuchas
te pienso pero estás incauta
porque te amo y no me amas.
Te busco en mi delirio
echado al suelo contemplando
el poderío de las estrellas
dejando que las hormigas
devoren el vegeto de acero
fundido en mi pecho,
mencionando tu nombre...
¡Viento de nombre!
Mi olvido me arrulla
me hace olvidarte
y entre los escombros y fragmentos
te busco en la hoguera de mi sangre.