José Valverde Yuste

ESCUCHANDO

Tumbado plácidamente en mi cama

el sueño me transportaba al más allá

de pronto un ruido, un murmurar

me hizo espabilar.

 

El ruido de unos muelles, el vaivén

me puso en alerta, y escuché

detenidamente lo que acontece.

 

Se oía un suspirar profundo

lleno de ansiedad, acelerado,

como cuando dos cuerpos 

quieren sentirse uno, 

bailando un tango apasionado.

 

El respirar, cuan veleta al viento 

iba en aumento 

y en gemido 

se iba convirtiendo.

 

Dos cuerpos revoloteando, 

como palomas en su apareamiento

como si estuviesen en un concierto 

de música de viento. 

 

¿Qué sudores, madre! imaginaba

mi cerebro en flama,

al imaginar de forma sutil,

el berrido de los arces

cuando están en celo

buscando su pareja 

para copular en secreto

 

Los vecinos sudando amor, 

regodeándose 

en su festín peculiar

yo en mi soledad, 

sin mi complemento

 

Aquella noche de Halloween, 

en secreto

me puse a llorar 

solo y desvaído, 

sin hada madrina, 

sin poder eclosionar.

 

¡Qué tristeza la mía!

 en ese momento, 

acordándome de ti, 

de tu barco, de tus sueños, 

de tu almeja, de mi pensamiento.

 

De la succión de mis aristas, 

de mi eclosión láctea

de los amores marchitos 

que se encuentran solitarios 

como los nenúfares en el agua. 

 

De pronto oí el gemido, 

como el aullido de un lobo,

me deja aturdido

mientras, como en un ensueño,  

 

veo a una silueta pasar

es cupido que viene a socorrer 

a este desvalido

con su alegre cantar, 

 

¡Qué diversión!

Todas las noches las quisiera 

con esa musa y su resplandor.