A flor de piel
Sufriendo, tristemente, vi a una jovencita,
seguro por amores o quién sabe porqué.
Lo cierto es que lloraba con cara de bonita
sentada en una piedra y así, me le acerqué.
Al ver mi discrepancia, pues se enjugó la cara
con un pañuelo negro, queriendo descifrar...
pero, su rostro triste me dijo su ansia clara,
—su vida está deshecha, no puede soportar—.
Sentándome a su lado, le dije: —ya no llores,
el tiempo es un espejo de mágico sinfín;
observa cómo el campo produce tantas flores,
sonríe con el alma, tu alma, cual jazmín...
Sintiéndose aliviada me dijo: —me han fallado
y cargo aquí en mi pecho no solo una traición:
amores han venido y amores me han dejado,
y todos son espinas hiriendo al corazón.
En eso, vi su rostro con un suspiro amargo
y le brindé mi mano, diciéndole: —¡oh, mujer...
olvida el ruin pasado borrando ese letargo
y toma el buen camino, que luego has de entender!
Samuel Dixon