No fue una noche cualquiera, la intimidad fue sublime; un instrumental de ensueño…dulce melodía de sax. Tú, enfundada en pijama de corazones…eras mi anfitriona, yo en un azul casual a tono con un momento que sería celestial.
Un beso tierno apertura del momento, en un abrazo sin igual, apretado y suave; una conversación ineludible, describiendo la espera de ese instante tan soñado, un amor anhelante y bien cuidado.
No había copas para brindar, innecesarias eran cuando había tantos besos para libar, embriagados en la sobriedad. Las prendas fueron cayendo sobre el ígneo color de tu cama, afín al de tus prendas íntimas; toda tu belleza natural impactó mis ojos, me ayudaste con cada botón de mi camisa hasta posar tus tibias manos en mi pecho, las deslizaste con suavidad como queriendo grabar mi piel en un movimiento sensual. No había desespero, la noche era nuestra, toda nuestra.
No habría arrebatos, tenía que ser un encuentro muy particular…ya habría otros momentos para la fogosidad, esa era una noche especial, imperaría la ternura en el amar. El amor y la ternura inaugurarían el principio de una vida juntos hasta alcanzar la eternidad.
Entre besos y caricias suaves, todas las prendas sucumbieron y nuestras pieles se reconocieron.
Fue así como en nuestros sueños, cada parte se fue descubriendo como se descubre un tesoro, con cuidado, como en un ritual, se fue entregando el amor que pervivía en cada poro; fue un ir y venir acompasado, sin prisas, descubriendo cada pliegue en nuestras mentes, cada palpitar, en un instrumental de susurros, un concierto de te amos, una mutua sonrisa que enmarcaba la felicidad de tenernos y de sabernos el uno para el otro en aquella noche que marcaba el inicio soñado de un amor real e incondicional.