Los pechos lucen semidesnudos
lactando a los amores de la vida
con caudales de líquido mudo
que escriben deseos con letras fluidas.
A la rosa que saluda con sus espinas
mirando la suave lluvia de primavera
y desangrando el olor que ilumina
a la sombra que el romance genera.
Para que el sol exprese sus hondas penas
a la nube que lo viste de blanca vela
y el tronco podrido sonría apenas
al paso del tiempo que lo desconsuela.
En la umbría que aún abriga el calor
del afecto que nutren a las fuentes
que llenan el manantial del amor
con poemas que recitan las mentes.
José Antonio Artés