Una mañana de desazón,
enajenada, una rutina
para no perder la razón.
Viaja sola la carretera,
sin paraguas, sin mochila,
con la única compañía
del moribundo,
tejiendo las redes
de los infelices
se enreda y se desenreda
sin otro afán en la vida
que llevar los sueños de todos.
Sin mirar a los ojos,
en cada aliento de vida,
conforme se pisotean
las palabras de los poetas
que escriben canciones,
la carretera
revienta las ruedas,
lee poemas
y cierra capítulos.