Su corazón fue puro y leal al señor,
una noble mujer quién ofreció
humildemente su ser para
que hiciera su santa voluntad.
Del cielo un rayo del espíritu santo
su vientre hábito, viendo su noble
corazón el señor la escogió para
que fuera la madre de nuestro creador.
Las naciones la conocerían y hasta
hoy sin duda le agradecerían por su bondad,
por su amor y nobleza una estrella
el guío y al creador nos dio.
Fue madre, sintió el dolor de dar a luz,
sonrió de felicidad al ver su creación
y sin querer poco tiempo disfrutó
pues creció y los caminos conoció,
predicó y su enseñanza nos dejó.
Hasta que lo condenaron, su suerte
juzgaron y con la muerte lo sentenciaron,
mientras su madre el corazón le desgarraron.
Caminó tras sus pasos con un enorme madero
en sus hombros un látigo su preciosa sangre corría,
sus lágrimas la consumían
mientras llegaba al destino fatal.
Fue crucificado, mientras el cielo se
oscurecía se lavaban las manos
librando sus pecados, mientras
ella el dolor y la agonía al pie
de la cruz su alma consumía.
Jamás tuvo pecados, jamás el
odio la apoderó tampoco lo vengo,
y en silencio su dolor el corazón dominó
y en su amor de Dios se entregó.
Murió de dolor la madre del señor,
murió de impotencia,
murió de soledad.