LA TARDE DE GRIS
La tristeza ganó un lugar en el espacio de la tarde,
y el plomizo cielo, confundiendo lágrimas y miradas,
en mi transido corazón redobló un pesar de pesares.
Las horas languidecían y trémulo el día pasaba.
Las aspas del viento, en pronta labor, removieron las frondas
desparramando en mis desiertos las hojas de un cielo gris.
Aguacero, relámpagos, truenos, atmósfera brumosa.
Con obstinación la tarde reclamó la tristeza en mí.
Recién ahora entiendo la lengua de cuanto el gris opaca
y aquel enjambre de tristezas que del corazón arranca
jirones de suspiros tan difíciles de imaginar.
Entiendo ahora las razones que el ocaso ocupa en mí,
halando lágrimas que sin ser mortales, matan igual,
porque ganó mi azorado corazón, la tarde de gris.
Ángel Alberto Cuesta Martín.