Me arrastro entre las arenas
de una playa desolada
cubierta de peces muertos
y de moribundas algas,
las olas hierven espumas
negras como mi esperanza,
las tortuguitas murieron
y las gaviotas me atacan
como un enjambre furioso
locas de hambre y de rabia.
La niebla tapiza el cielo
como una oscura mortaja
y los timbales anuncian
que comienza otra batalla,
la batalla decisiva
contra el odio y la venganza,
contra ese covid sangriento
que está asolando el planeta:
contaminación, venenos
sequias, hambrunas, guerras…
ya no son cuatro jinetes,
es medio mundo que intenta
acabar con nuestros bosques
y convertir nuestras selvas
en vertederos de odios
yacimientos de miseria
y el otro medio negocia
que le mejoren la oferta.
¿Por quién doblan las campanas?
pregunta Ernest en su libro
-doblan por todos nosotros,
por los muertos, por los vivos,
doblan por la madre tierra
malvendida por sus hijos.
¡Réquiem por todos nosotros!
Nos lo hemos ganado a pulso