Viniste a mí, sigiloso, contando cada paso.
No me sorprendió dicho andar, para nada.
Pero, fui observante de tus fuertes trazos.
Mi apostilla a tal creencia, fue condonada.
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Qué dirían si me ven, hincada en tu regazo.
Llego a creer que, mi madre, está enterada.
Camina de un lado a otro, con largos pasos.
Y nunca se aleja del adjetivo: desamparada.
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Yo digo que, mi madre, fue certera conmigo.
Nunca me dejó sola, iba y venía, con el Rezo.
Su Rosario de, mi amor, fue devoto y testigo.
Mi madre me asfixiaba, yo lo sé y lo confieso.
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¿Cuánto dolor, la recordación, nos muestra?
El tiempo pasó y no hay, ni padre, ni madre.
Sólo un leve recuerdo de la Señora Maestra.
Hay paz, para que el alma, no se me desgarre.
Corolario:
A todos, sin excepción, nos aguarda la Parca.
Se cauto, ya que, por amor, uno se embarca.