Tu cuerpo, mujer; es como
subir una cuesta empinada
hasta la peluca del monte
de tu cabeza
con promontorios y ensenadas.
Ese cuerpo que tiembla
cada vez que mi cuerpo
surca tu sombra
se pierde en la suavidad de tu cara
resplandece como la luna
llena,
cuando entra por la ventana
de mi casa.
Esos dos luceros que tienes en tu cara
que me atraviesan
como espinas brillantes de un rosal
cuando el sol refleja en ella,
su luminosidad.
De ese mirar sereno
quiero beber, sosegar mi sed
en el mar de tus senos
sentirme enloquecer,
con ternura
exquisitez y suavidad de pluma.
Tu vientre olas
que se deslizan suavemente
por el mío cuando estás acalorada de nostalgia;
Construir una escalera para subir al cielo
y contemplar la canalilla de tus pechos
tan profunda, tan elegante.
Serpentear
por territorios salvajes
entrar y salir
en un paraíso sin fin.
Mujer que te contorneas
como agua de mar
no te pongas a soñar
ni maltrates mi dignidad
Que te ame por los caminos,
los montes y la plaza
como labriegos aman su tierra
más que a su amada.
Déjame salir
que la espina me ahonda en mi pecho
no puedo sacarla.
Eres un monte de espuma
en la mar salada ,
una consternación de mi mirada
cuando te miro debajo de la sábana.
Una tentación en la mañana
recorrer tu cuerpo
que me bañe y te bañes
de jugos gelatinosos
que alegran el pensamiento
y alivian la carga.
Mis manos tienen tentáculos
sobre tu espalda
que recorren como una fina pluma
cuando el mar está en marejada.
Esa marejada que me empina el alma
y chorrea tu pasión
en un batir de alas
revolcones en la noche sudorosa
en la oscuridad de la madrugada
Tú, osas caminar por encima del mar
como una loba en celo y deseas
tener mi cuerpo por la noche,
al mediodía, por la mañana
el día entero.