Esperas la espera
de rodillas a orilla del camino.
Como siempre,
a orillas de la nada,
nos detenemos a una espera
o perecer.
Una puerta amarilla
de palos secos por lo años.
Alguien plantó un árbol,
hojas amarillas tras el tiempo,
suspendidas como palabras en calma
como un alma asomada a una ventana.
Formas parecen huesos, pero es un árbol,
el viento bestial, te preguntas qué viento,
un escultor capturó su cuerpo,
cuantos días hizo de la espera
ramas cansadas y hojas sueltas
como el pensamiento de un caracol.
Nada le une, nada le hiere,
pero necesita su identidad.
La espera posee el tiempo de nadie.
Te enseña a detenerte un instante,
los caprichos de las estaciones
y la imaginación invisible de la realidad.
Un día cualquiera, el árbol,
su lugar se encuentra vacío.
Te preguntas por el encuentro,
quizás, tu última mirada es nada,
la primera, el inicio de tu deleite,
quizás partiste de la nada.
Gira la ausencia,
hasta que el día sea el inicio
de la presencia que se coagula.
¿Cuánta fugacidad brutal te hiere?
La idea de un árbol vuela,
como la sola idea distinta
de los habitantes quebranta la vida.
Al otro lado de la reja,
es donde quieres ir y regresar
¿Quién desenterró el árbol?
El vacío del lugar,
la soledad de la belleza…
¿Donde detendrás tu mirada?