Sentado al sol
oyendo el rugir de las olas
Mi mente se abre
como una rosa en primavera.
Qué frescura, candidez
un torbellino de luz en mi iris
me acelera los biorritmos
como un maremoto en la pradera.
Ese llanto del pez
en la hoguera
mientras los comensales
esperan degustar tal manjar
que hace bullir al paladar.
Deshacerse mi boca
en un derroche de jugos
inexplicables, difíciles
de transcribir con letra
porque la visión es el arma
secreta del poeta.