A veces el despertarse súbitamente puede hacer añicos nuestros sueños. (Alejandro Díaz)
Sirva un trago tabernero,
sírvalo de inmediato por favor
que aunque no soy gran bebedor
embriagarme hoy es lo que quiero;
para ver si olvido, compañero,
que mi mujer, dama de etiqueta
ha dejado abandonado
el rancho que le había comprado,
este humilde y soñador poeta,
llevándose las dos maletas
Con todo el dinero que tenía ahorrado.
Y el tabernero miró extrañado,
y empujando mi silla con su pierna
me echó el muy vil de la taberna,
diciéndome: estimado caballero
si a usted lo dejaron sin dinero,
seguro sus bolsillos están en huelga
y eso me impide que lo atienda
porque aquí no aceptamos pordioseros.
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