La noche oscura
de las soledades perdidas
entró por mi cornisa cuando la luna,
como espejo de luceros
brillaba en el cielo.
Encendiendo la lámpara de mi felicidad,
pasajera, fugaz
como la gaviota cuando penetra en el mar
buscando a su presa.
La felicidad abandonada
en un mástil, con velas
de amargura
se instaló en la vereda
de mi vida
hace mucho, cuando el mar
inició su retroceso.
Ese pesar nostálgico
me lleva por territorios
de relámpagos enfurecidos
como en la creación
principio del caos del universo.
Esa vida ni tuya ni mía
mundana, plebeya, pecaminosa
configuran mi tristeza,
mi alto grado de frustración
como el poeta que no logra crear el poema.
Te di todo mi amor, mi grandeza
mis sueños turcos, mi pereza
los lamentos de una fresa
cuando llega la recolecta
Encontré una tierra mustia
donde los prados eran carreteras
de grava, alquitrán negro
qué refleja mi dolor, mi tristeza.
Así deambulo con mi pesar
como el caballo
con sus alforjas
abandonado a su suerte
porque el duende de su amo
quedó muerto en una vereda.
Ya no siente, ni sufre
espera que lo devore la tierra
y poder iniciar el ciclo
del nuevo caos
en que su mente, está inmersa.