Es mi pálido amor
como fantasma
que no alcanza,
a su doncella.
Es el amor vedado
que ante la tragedia cede
con mi afligido corazón,
por ingrata sinrazón,
de una dulce ilusión
deshojada entre tristezas
y ausencia de pasión.
En el vergel fui indeciso,
tambaleante, y fui a cancelar
lo que nunca pudo ser,
pero al ver tus ojos
como brillantes luceros
me mordí los labios,
y preferí callar,
y volví de nuevo a suspirar por ti,
y volví a quererte mucho más.
Y en las noches estrelladas
aprecié tu belleza,
disfruté tu sonrisa ,
admiré tus encantos,
y solo, sin respuesta,
volví a amarte
mucho más.
Este es mi último adiós,
a semejanza de las olas
cuando se despiden
de las cálidas arenas
a la orilla del mar,
Es el corazón marchito,
sin esperanza alguna
el que se arrastró
suplicando pasión bajo la luna.
Hasta luego encanto de mi vida,
corazón de mi tierno dolor,
y al pensar en ti,
mi fuerza quedó acrecentada,
y volví a quererte mucho más,
y mi corazón se alegró,
y calló y lloró y renació
y se volvió a marchitar
en una eternidad.
Y tú, mi amor, jamás
supiste de este corazón errante
que siempre anduvo en busca de tu amor.