¿Cuánto más se le puede pedir a la santa?
Sentado en la congoja, soy y no soy...
Aquí está mi rostro, pero tras
las borrosas notas, mis ojos
traslucen un destino real:
Una historia re-escrita
en lo urbano rural
de las acuarelas
y emociones.
Sentimientos
arrollados por silencios;
juegos clandestinos asomando
un rostro, para que la esperanza
tenga fe y la tristeza sea pasajera;
libertad para enfrentar el papel blanco,
y un tiempo sin límites, sin las viejas comodidades.
Sin
horarios
creo no estar
sujeto a nadie.
Entusiasmado agito
a los que van a mi lado
y reconozco en la multitud
los espectros que se disponen
y adquieren vida con mi aliento.