Me exaspera mi madre ante frases que enuncia con el ceño fruncido, enojada, con sus manos que agita queriendo obtener una respuesta de mi parte, yo escucho sin más, mientras en mente viajan varias ideas, sugerencias que emergen de la misma manera que ella lo pide. Luego llega el asombro… cuando de su boca descaradamente sale la verdad: ¡Solo quiero que alguien me escuche! Me doy cuenta que jamás va a cambiar, que mis opiniones solo la hacen sentir amada, pero no le interesan realmente, ella va a seguir por su senda. No necesita mentes competitivas, necesita un catecúmeno. Solo quiere sentirse el eje, sed de dominio.
Me pongo a pensar en otros ejemplos, obteniendo el mismo resultado: tengo tal problema ¿qué harías tú?… si dices lo que piensas te escucharan asintiendo con la cabeza, pero… jamás descartarán la idea básica esa que desean obtener de ti, algunas veces te trazan caminos para que los sigas como su fiel cordero. Cuando los apoyas o les dices lo que quieren escuchar, acertarás, porque solos queremos súbditos, apoyo, ¿corregir? no buscamos competición mucho menos rivalidad mental, buscamos seguidores, buscamos un acólito, un fiel simpatizante que llamaremos amigo.