Ultimamente he encontrado una gran semejanza entre las personas en nuestra vida y el contenido del refri. Lo he abierto y he creído que todo estaba en buen estado, o por lo menos preservado; y quizá por ello he optado por dejarlo así, para después, al fin y al cabo puedo esperar un día más para preparar esa ensalada de fruta que imaginé al comprar cada cosa que hay en el frutero, y parece más simple o práctico seguir preparando lo mismo, aunque sabía bien que la verdura no aguantaría tanto mi decidía. Y un día, cuando al fin me decido a mirar con detalle el contenido, noto con gran tristeza que no solo hay frutos y vegetales podridos, la tortilla y el queso se han enmohecido. Tantas cosas que pude haber hecho y ahora solo queda tirarlos, por no darme cuenta de ese momento decisivo en que pude haber evitado perderlos...