Su poesía posee el aroma de mariposas en vuelo,
el sonido de átomos cantores,
el color de los sueños de gigantes nocturnos,
nunca cesa de brillar en patios, ataúdes,
y en las fiestas de los que sobran.
Se detiene a observar a las muchedumbres en celo
y a los desposeídos dormidos en las aceras del mundo.
Sigue un hilo fino a través del universo,
iridiscente, resplandeciente, sin sentido;
pero llena de signos y significados,
robusta como la semilla de las nubes lluviosas
de aquellas que revientan en truenos y relámpagos.
Su poesía tiene los sabores del alma de los niños atrapados,
de las princesitas guillotinadas, de la Alicia que va en el coche.
Su poesía jamás termina en mí.
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¿No será que al final caemos en la paciente muerte
para poder aprehender la realidad?
Pues vivimos equivocados.