Me desperté,
por un foco de luz atronadora,
de un sueño alquitranado
de abandono bastardo;
me incorporé,
frente al pavor de la aflicción traidora,
sajado el corazón del pecho abierto,
secas las venas de fluidez sonora.
Me pregunté,
¿ dónde se ocultó el mudo desconcierto
de la tarde vacía por la ausencia
azul del firmamento y de mi verso ?
Me sepulté,
en el hundido sofá donde yacía
recogiendo del suelo tu retrato.
La luna anochecía primorosa,
el aire concluyó con mi desvelo,
repuso mi latido su alegría;
sangre inundó la vena caudalosa
y la luz de una farola corrió el velo
del embrujo de tu fotografía.