Impoluto dolor e intolerante al tiempo, forjado en un mísero instante, plasmado en el impulso de la vida, aquella que ahora yace en el recuerdo de los ríos gélidos almáticos del inframundo, donde tu silencio ensordece mi llanto y donde mi lamento se apaga en el eco de la muerte.
Eras como un ser mitológico único, dos corazones adornaban tu pecho con el propósito de guardar tu vida, pero sólo uno llevaba tu nombre.
Tú quien andabas a galope sobre el viento en tus caballos alados, tú quien alimentabas a cerbero directamente en sus fauces, tú quien mirabas eternamente al sol mientras navegabas las oscuras aguas del Aqueronte ¿Ahora dónde yaces?
Los hados vaticinándome el final corrieron a mi sobre mil visiones, pero mis manos acogieron la confianza de tu fortaleza he incrédulo, desde la distancia, tomé tu último aliento para vivir un sueño.
La maldita daga del destino abruptamente destrozó tu futuro e inmortalizó tu pasado; al mismo tiempo cerramos los ojos, tu para descansar y yo para despertar ante la inconmensurable soledad.
Un corazón había dejado de latir, pero el otro cumpliendo cruelmente su propósito seguía palpitando, buscando salvaguardar una vida que había expirado.
Oh mio cor! Detente por favor.
JVD